lunes, 27 de julio de 2015


EL BESO QUE FALTO

El patio de baldosas con figuras, eran el verde césped de aquél niño travieso, ahí se pasaba las tardes corriendo detrás de la pelota y gritando el nombre de aquellos ídolos de los 90´ como si fuese un fiel imitador de cada uno de sus malabares.
De fondo los gritos de la nona ante cada estruendo en las viejas cortinas, las cuáles eran el arco disfrazado de aquellas tardes. Nadie era tan feliz en aquél patio, en el se representaron miles de películas, juegos y demás actos, que ese niño imaginaba en su cabeza llena de relatos y cuentos.
También era el lugar de encuentro de la banda, esos pequeños terremotos que arrasaban con todo cuando llegaban al campo de batalla para irse y dejar dado vuelta ese gran escenario teatral.
Que linda época esa, cuanta inocencia había en esas caras, cuanta bondad en esos pequeñitos e inconscientes duendes que se colgaban de los sueños mas ficticios. Párrafo aparte para la abuela que luchaba contra su otro yo, ya que no sabía si ser el sargento de aquél batallón o ser una simple cómplice de la aventura por conquistar el terreno propio. 
El niño fue creciendo y con él su rebeldía, esa que te hace ser grande cuando aún no lo eres, pero que los centímetros adquiridos te convencieron falsamente de que si, y que ya nadie puede darte órdenes debido a que tú eres tu propio general. La abuela seguía viendo en él a ese niño travieso que corría alborotando su siesta, y que robaba su almuerzo mientras ella hacía que no lo veía. Pero ya había distancia, ya no tenía el mismo trato ni hacia caso cuando la nona le decía las cosas que no quería escuchar. Estaba indomable, ahora su patio era la esquina del barrio y aunque ya había dejado de montar sus obras en aquél espacio de arte hecho de baldosas, nunca iba a olvidar los revolcones que tanto moretones le dejaron, y mas de un susto le dio a sus padres.
El tiempo pasaba y cada día se alejaba más de todo, cada día  rechazaba más esos mimos que no hace mucho reclamaba a gritos como si fuesen su alimento diario.
La abuela comenzó a perder lucidez, por lo que la tuvieron que internar, algo en él se movilizó aunque no le había dado la atención que parecía merecer la situación, ya que todo en su vida era rápido y vertiginoso, como la vista de un auto viajando en la ruta. Cuantas contradicciones se sufren en la adolescencia, que edad dónde todo pega como piña de Tyson, y como todo pasa rápido como un coche de carrera en plena recta. Cuantas cosas te marcan, y cuantas cosas pierden valor al mismo tiempo que parecían lo más importante del mundo.
Ese travieso adolescente que creía poder conquistar el mundo, un día se dió cuenta que seguía siendo aquél niño desprotegido que buscaba el calor de un abrazo de sus padres y abuela cuando las cosas no salían como quería. Esa tarde volvía del colegio para cumplir la rutina de siempre, tomar ese rica merienda cargada con el peso de tantas horas de deseo y salir a encontrarse con aquellos aventureros para correr detrás de la redonda en aquella alfombra verde de la plaza del barrio. Pero recibió el peor cachetazo de todos, esos cachetazos que no sólo te mandan a dormir, sino que te quedan doliendo por un buen rato, y te dejan colorado y acalorado...ese muchacho que creía que ya no necesitaba de nadie, que creía tener el control de todo, de repente volvió a ser aquél niño que pedía a gritos que lo ayuden porque sólo no podía cortar su comida. Fue ese momento que los recuerdos de aquellas tardes corriendo detrás de la pelota naranja se hicieron más presentes que nunca, dónde los gritos de aquella abuela dejaban de sonar horribles y autoritarios, y el "nene vení para acá que te vas a lastimar" era una sinfonía de las más hermosas que podría haber escuchado...Esa tarde alguien había dicho adiós, y en ese último aliento había pronunciado un sólo nombre y ese nombre era el de él, pero él no había estado ahí para recibir por última vez ese mimo que una vez entre llantos había reclamado.

domingo, 12 de julio de 2015

¿SI ACEPTO?
Se olían las sales del mar en cada rompiente de las olas, y la arena quemaba sus pies en esa tarde de verano, pero ambos eran felices porque sus cuerpos se pegaban mimetizándose con el calor de ese día soleado. Nada importaba, sus labios se mojaban en cada apretón, y sus corazones latían a tal punto de que ambos llegaban a chocarse en cada abrazo. Había juventud en ese amor, había ganas, y había estallidos que aturdían y no dejaban escuchar lo que sucedía a los alrededores.
Fue el verano soñado, fue de esos que siempre uno quiso vivir y que quisieramos que no terminen nunca, solo duró tres meses, pero pareció durar toda una vida, fueron intensos y dejaron huellas que nunca pudieron borrar. A veces uno se pregunta si se puede vivir así toda una vida, o si solo lo bueno dura poco, cosas que hoy todavía no tienen respuestas, ya que nunca más lograron vivir esa historia que solamente en los cuentos se leen.
Nunca más se vieron, solo quedaron algunas fotos, pero tantos sentimientos que pareciera que la vida se paró en esa fecha y que todo lo que vino después nunca llegó a tener tantos colores.
Sus nombres eran León y Lara, pero como decidieron no etiquetarse, pusieron la palabra amor para llamarse uno al otro, ya que eso era lo que tenían en común entre ellos.
Pasaron los años y hoy León está parado impaciente esperando que se habrá esa puerta la cuál trae a la mujer que él eligió para pasar el resto de su vida…
Aunque supongo que en su inconsciente su corazón podría estar esperando a otra, a la cuál nunca abandonó.
La puerta se abre como un gran telón de una obra de teatro y por la alfombra roja comienza a dar paso por paso para llegar a su encuentro lo nuevo, lo que viene. En cada paso se siente un estruendo en el corazón de León, de alegría, ansiedad, pero también de miedo, de dudas, y de un poco de resignación a dejar de una vez por todas ese sentimiento tan pleno que una vez sintió.

En sus oídos comienzan a sonar las palabras del cura y los murmullos de una multitud que espera con ansías el momento mágico; en su interior se sienten el ruido de las olas y el calor de un verano que se quema por completo. Llega el momento y el Señor León acepta por esposa... es como un vozarrón que invade su cabeza, por un segundo el silencio se hace ruidoso por dentro, hasta que un Si acepto sale como un vomito en plena borrachera…seguido de eso otra voz muda le habla y le dice, ¿Si… A qué?